domingo, 5 de abril de 2020

Vacaciones sin descanso

Alistamos maletas una noche antes, no había check list que asegurará la ansiedad, las ganas eran más y la razón estaba algo cansada de dar vueltas. Una llamada llegó a media noche para enturbiar los motivos, pero la convicción era más fuerte, aun más que la incertidumbre.



Las pesadillas se volvía  realidad. No estaba lista, había angustia oculta, por miedo de no arruinar el viaje a los demás. Dentro de mi se escondía una incertidumbre y sensación de que no era el mejor tiempo ni la mejor situación. Sentía que transgredamos la sensatez y quizá pagaríamos en el viaje consecuencias por la imprudencia. Aunque ya no tengo 16, parecía que la presión de grupo aun se hacia presente, después de todo parecía que yo era la única que sentía ésto.



En el viaje, al salir de la ciudad, la sensación de angustia no desaparecía.
Mi corazón latía mucho más de lo normal y al mismo tiempo se detenía cuándo nos detenían la policía para preguntar nuestro destino, es como si todos secretamente lo supieran.

En el camino, vi paisajes hermosos, muy diferentes a los que acostumbraba ver de vuelta a casa del trabajo cada día. Se respiraba una aíre diferente y el tiempo parecía pasar más lento. Al mismo tiempo nuestro lenguaje silencioso, denotaba un sentido de nerviosismo y de culpa.


El viaje se volvió agotador, justo antes de llegar a un destino turístico muy conocido, todos sudábamos, con mal humor y deshidratados, bajamos del carro, y después de unas cuadras, la brisa del mar llego a darnos la bienvenida.



La cara de mis seres amados al percibir por primera vez la inmensidad del océano llegando a la playa,  definitivamente cambio todo nuestro estado de animo. No pude más que sentarme a admirar la lejana linea de horizonte que parecía hacerme sentir que si no me sentaba me caería hacia el océano. 






Ésta es una foto de ése momento, en el que también me di cuenta que realmente no estaba preparada para éste viaje. Caí en la realidad de que no traía zapatos o ropa adecuada, sin embargo ésta foto representa la irrealidad de que me encontraba con mi rutinaria apariencia en un lugar completamente diferente. Traía mis zapatos de ciudad a la arena para hacerlos descansar.

Después de darme cuenta lo poco preparada que estaba para ésta situación, comenzó la angustia de creer que no podría disfrutar a plenitud el viaje, desprendiéndome de éste personaje en el que me metía cada dia frente a otros.



Llegamos con mi amiga, y ahora pienso que para ella quizá fue raro mi comportamiento durante toda mi estadía, entre mi ir y venir de angustia, seriedad, trabajo en su sala y poca ayuda de mi parte para las labores y quehaceres. Lamento mucho eso.

Estuvimos ahi entre estar encerrados en el departamento y la rutina de calor húmedo. Mi voz interior me asfixiaba, pero yo creía que estaba gravemente enferma, me sentía con la voluntad secuestrada.

Un dia antes de la ceremonia que motivaba nuestro viaje, fuimos una vez más a la playa, ésta vez pedí ropa prestada, y decidí vivir un poco el momento, si había de morir, sería ahi, frente al mar y la inmensidad de mis pensamientos.



El paisaje era digno de fotografiar. En mi mundo no necesitaba trajes de baño o bronceado. La belleza de la textura de la arena, los blancos de las sillas y la poca aglomeración eran suficientes.

Cuando llegué me sentí homogénea con el ambiente, en ropas claras y holgadas, aunque aun con mis tenis. Fui a cambiarme pensando en que ya no era una niña insegura, y si iba a disfrutar de éste momento sería con mis piernas poco bronceadas, pies raros, y defectos que escondían la ropa de ciudad, nada atrevida salí de el baño y me dirigí a sentarme.



Quizá, éste seria mi único momento para olvidar todo y disfrutar. El mar me parecía una aglomeración de agua basta  y sin forma, sin embargo la arena me parecía la cosa más increíble de ver. Brillaban reflejos dorados y se amoldaban en el vaivén. Lo disfruté mucho.


Esa tarde termino así, con arena en cada rincón de las orejas, y aceptándome tal y como soy. Sin mascara ante quienes estaban ahí. Realmente sin fingir ser la niña cuidadosa.
Tan pronto salimos de la playa, mi angustia volvía, no debíamos estar ahi, culpa y alegría se mezclaban.


Quedaba una noche, y el gran dia se acercaba, esa noche la culpa me comía pensando que si alguien más enfermaba sería mi causa, ¿era yo tan egoísta?, podía arruinar vidas, matar personas, o eso creía. Pero realmente no lo sabía, asi que nerviosa, intente dormir.




No sabía si me mataría primero la culpa, o el estrés. No tenia peinado ni maquillaje, sin embargo apelaba a mi sencillez.

Me levante tarde al siguiente dia, recuperando horas de sueño y desando que aun no tuviera que pasar todo, y al mismo tiempo que pasara rápido, íbamos tarde. No me sentía lista para salir.



En el camino, tuvimos un percance y llegamos a una consulta de emergencia, ésto me hacia sentir insegura, con ganas de salir corriendo a mi cama, a cientos de kilómetros lejos de ahi.

Todo pasó, pero parecía que el anterior incidente era presagio o señal de que algo malo pasaría si no cambiábamos el rumbo.


Al final, todo marcho bien, o eso parecía, los nervios me hacían vomitar, parecía que sudaba frio.
Paso todo muy rápido, conocí a alguien, me reencontré con miedos del pasado y del presente personificados.


Por todo lo ocurrido y más cosas que no mencionaré, me sentía fuera de lugar, con ganas de salir corriendo de ese lugar, tanto física como emocionalmente. Era una gran carga para llevar.

Desde el silencio al irnos, el miedo de no llegar al destino, el estrés de trabajar desde hallá, la presión social de situaciones ajenas, la necesidad de ser honesta, el secuestro de la voluntad, el silencio apropiado desgarrador y las lecciones aprendidas, todo decia vete. Por fin dije  lo que sentía y acordamos irnos al dia siguiente temprano.

Quizá no tuvimos ese ultimo adiós a la playa. No cumplimos todo el itinerario o expectativas, pero a esas alturas, quería estar bien, aunque no fuera divertido. Convencida de que no debíamos haber ido, me sentía manipuladora y aliviada.

Hoy, parece que el viaje fue el preludio a crisis de ansiedad, a tristeza profunda a la reflexión y a más errores. Parece que ah llegado en éste cuarentena un tiempo de reflexión tan necesario. Todas las vacaciones que no tuve en años, han llegado en formato de home office, con tiempo para pasar con mis sobrinos.

Definitivamente, las vacaciones en la playa fueron cansadas física y emocionalmente. Me curó el sol, la sabiduría, la sal y la fe, si hoy me preguntaras si lo volvería a hacer diría que quizá, iría esa ultima vez a la playa, porque hoy dia estoy 24 horas encerrada en la casa, esperando que todo pase, pero quizá en vez de eso, deberia estar cambiando, saliendo del capullo.





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